13 de marzo de 2017

DIOS TIENE UN PROYECTO PARA TI

(Vida plena en Él)
Isaías 48, 6-7:”ahora te hago saber cosas nuevas...” Is 43,18-19: “¿No lo notas?”. Dios nunca vuelve, siempre viene: Ahora.

Isaías 1,4-10
Vocación y misión del profeta

El Señor me habló así:
Antes de formarte en el vientre te conocí;
Antes de que salieras del seno te consagré,
Te constituí profeta de las naciones.
Yo dije: ¡Ah, Señor, mira que no se hablar, pues soy un niño!
Y el Señor me respondió:
No digas: “soy un niño”,
porque irás a donde Yo te envíe y dirás lo que Yo te ordene.
No les tengas miedo, pues Yo estoy contigo para librarte,
Oráculo del Señor.
Entonces el Señor alargó su mano, tocó mi boca y me dijo:
“Mira, pongo mis palabras en tu boca:
en este día te doy autoridad sobre naciones y reinos,
para arrancar y derribar,
para destruir y demoler,
para edificar y plantar”.
                                          Palabra de Dios

 


MOTIVACIÓN:

¿De dónde vengo?
            Los científicos hoy en día dicen que hay tres misterios profundos para la ciencia: 1) el origen del mundo; 2) el origen del hombre y 3) el origen de la vida. Con el primero dicen que se ha avanzado algo; con el “Big bang”, aquella primitiva explosión, parece que comenzó todo, aunque no saben decir qué había antes y el por qué o qué generó el Big bang. El segundo, el origen del hombre, lo explican bastante con la teoría de la evolución desde las especies superiores. Con millones de años de evolución apareció en este planeta el homo sapiens, aunque tampoco se sepa decir qué había antes. Donde se estrellan del todo y acaban diciendo, como Sócrates, “solamente sé que no sé nada”, es cuando investigan el origen de la vida. Es demasiada casualidad que se dé al azar la combinación necesaria de proteínas y aminoácidos para que nazca siquiera la célula más pequeña. Y eso sólo, por lo que se sabe, en este pequeñísimo planeta, donde se dan –también, qué casualidad-, las circunstancias espacialísimas que no se conocen en ningún otro lugar del sistema, para que surja la vida. Estos investigadores no hablan de un Creador, esto no sería científico.
            Hay rastros de que la vida en este planeta empezó hace mas de 3,800 millones de años. Pero… ¿por qué sucedió esto en la Tierra? ¿Por qué –en un universo tan inmenso- hemos sido nosotros los afortunados al haber tenido acceso al fenómeno de la inteligencia, el lenguaje, la libertad y, sobre todo, la conciencia? El ser humano aunque es un animal no es sólo un animal racional. Existe un abismo ontológico entre el ser humano y los otros animales. ¿Por qué esta gran excepción, por qué aquí y por qué somos nosotros, precisamente nosotros, los protagonistas?
No estoy en la vida por casualidad. Estoy porque Dios me ha creado. No hay azar en la creación. Dios no juega a los dados con el mundo. Vengo de Dios. Dios pensó en mí. Mis padres querían un hijo. A mí, sólo Dios. Dios me quiso y me quiere.
Primero existí en Dios; Él fue el primero en pensar en mí, me amó y me ama, después contó con mamá y papá, para hacer realidad esta historia. Mamá y papá se prepararon para mí llegada, desde entonces siempre se han ocupado de mí, siendo muy pequeño me hablaron de Dios, me llevaban a misa, me atendían en mi enfermedad, procuraron mi educación, hasta el día de hoy que ya puedo valerme por mí mismo, y soy responsable de mis actos, de mi formación, de buscar darle una respuesta a lo que Dios quiere de mí, de llenar de sentido mi existencia, de cuidar mi vida, de no exponerme a situaciones peligrosas; de ser feliz… Esta historia comenzó en Dios y en Dios debe terminar, si tú así lo quieres. ¿Soy conciente de que Dios me dio la vida? ¿Para qué? ¿Cómo la vivo? ¿Qué he de hacer? Estas son las preguntas más importantes que todo ser humano lleva inscritas en su corazón, y de la respuesta que des dependerá el sentido y fin de su existencia, dependerá su realización, su felicidad. ¿Te has hecho estas preguntas de manera seria? ¿Tienes ya la respuesta?




ILUMINACIÓN:
Mi origen: Dios
Tenemos un origen común: Dios, y una meta común: Dios. Dios sueña con nosotros, tiene un sueño desde la eternidad. Sueño que se hace realidad desde nuestro consentimiento. El corazón de la autorevelación de Dios es llamarnos a la comunión con Él. Amados para estar en su amor, este es el Proyecto que Dios tiene para mí.
            Dios nos ha creado por amor gratuito de su providencia, y en su infinito amor desea que todo y cada uno de los seres humanos vivamos eternamente junto a Él. Nuestro Dios es un Dios que gratuitamente nos comparte su existencia y de la nada nos ha creado con la finalidad de que gocemos de su Amor eternamente (CEC 356). Es una oferta de vida y felicidad en plenitud (Jn 10,10). Dios ama a cada uno personalmente, Dios quiere lo mejor para el hombre, y con su infinito poder le pone todo en sus manos.
            Dios te llama personalmente por tu nombre a la existencia: “No temas. Te he llamado por tu nombre, tú eres mío. Eres precioso a mis ojos, eres estimado y Yo te amo. No temas, que Yo estoy contigo” (Is 43,1-5) y te quiere llevar a la realización plena de su plan amoroso y saciar los anhelos más profundos de tu corazón: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10).
            Todo cuanto existe ha sido creado por Dios, y ha sido creado bueno, muy bueno (Gén 1,4.10.12.18.21.31). Pero su amor por nosotros no sólo se muestra en la creación (CEC 299), sino ante todo en la Nueva Creación (redención), haciéndonos criaturas nuevas por los méritos de Jesucristo, su Hijo amado (Ef 2,5). Dios es amor; y nos ha manifestado el amor que nos tiene enviando al mundo a su Hijo único, para que vivamos por él (1 Jn 4, 8-9). Se trata de un amor que es eterno, “con amor eterno te he amado” (Jr 31,1). Es mas, “Dios mismo es una eterna comunicación de amor: Padre, Hijo y Espíritu Santo, y nos ha destinado a participar de Él” (CEC 221). La experiencia de este amor gratuito de Dios es hasta tal punto íntima y fuerte, que la persona experimenta que debe responder con la entrega incondicional de su vida, consagrándolo todo, presente y futuro, en sus manos. Y es de este amor de donde se deriva el origen, el fundamento y el horizonte de nuestra vida.

Yo soy...
Toda vida viene de Dios, pero el hombre participa de la vida divina de modo especial, es decir, porta en sí una parte de la belleza y de la grandeza de la misma vida de Dios. Es Dios mismo que lo atestigua cuando al término de la creación toma la gran decisión: “Hagamos al ser humano a nuestra imagen, según nuestra semejanza” (Gén 1,26), y sopla sobre él su aliento de vida (Gén 2,7). Dios crea al hombre como corona de toda la creación a su imagen y semejanza, le bendice, le encomienda que cuide y administre todo lo creado para el bien de todos.
            Si hemos sido creados a “imagen y semejanza de Dios”, significa que nos parecemos a Dios en que:
-       Tenemos la dignidad de persona; no somos solamente “algo”, sino “alguien”.
-       Tenemos inteligencia; podemos pensar, razonar, investigar; podemos construir “creando”.
-       Tenemos voluntad: podemos querer; tenemos capacidad de amar, a semejanza de Dios.
-       Somos libres: podemos tomar libremente nuestras propias decisiones, aceptando las consecuencias.
-       Somos seres sociales como exigencia de nuestra naturaleza. Dios nos ha hecho para vivir en sociedad, en familia, unidos, compartiendo, expresándonos, comunicándonos.
-       Somos seres “irrepetibles”, no personas en “serie”. Somos únicos e irremplazables.
-       Todo lo que eres no es más que un delgado destello del Creador, de Dios, de tu Origen y tu Meta, de tu más profundo ser.
-       Llamado y convocado, elegido y predestinado, amado y siempre amado, creado y recreado, joven y nunca envejecido, ser y ser para siempre.
-       Eres hombre, eres hijo, eres hermano, eres constructor de un mundo más humano y más divino. ¡Gracias Dios, mil gracias Señor, por lo que son los demás y por lo que yo soy!


¿Qué quiere Dios de nosotros?
            Dios quiere que seamos verdaderamente personas, que nos realicemos plenamente, que seamos felices y luchemos por parecernos a Él. Nuestra primera gran vocación es vivir en amistad con Él.
            Dios invita al ser humano a realizarse plenamente y le promete un camino, una ruta que lo llevará a participar de la misma vida de Dios. Dios explica al hombre sus orígenes y le da las bases para vivir el presente abierto al futuro con gran paz y gozo, pues el hombre en Dios encuentra su razón de ser. “Dios invisible por la abundancia de su amor, habla a los hombres como amigos y trata con ellos, a fin de invitarlos y recibirlos en su compañía... por mediación de Cristo, la Palabra hecha carne y en el Espíritu Santo, los hombres pueden llegar al Padre y participar de la naturaleza divina” (DV 2).


Mi meta: Dios
            El sentido y el valor de la vida de todo hombre no sólo es debida a su origen, que es Dios, sino también a su fin, a su destino último de comunión con Dios en su conocimiento y en su amor. Y sólo en esa vida divina adquieren pleno significado todos los aspectos y los momentos de la vida del hombre. La grandeza de esta vocación sobrenatural revela la dignidad y la belleza de la vida humana.
             “La vida que Dios ofrece al hombre es un don por el cual Dios participa algo de sí a su creatura” (EV 34). Si el hombre lleva en sí la vida misma de Dios, vive plenamente su vida cuando vive según el querer de Dios. Dios da el sentido primero y último a la vida del hombre.
            Por lo tanto, Dios, que vive, nos llama a la vida eterna. El destino terreno del hombre no es, pues, vivir por vivir; trabajar, amar, reproducirse, o dominar el mundo, sino compartir, convivir, su propia vida con la de Dios y caminar juntos. La vocación y destino del hombre es un llamamiento continuo y siempre nuevo, a la comunión con los hombres y con Dios (LG 1). “En su misma condición terrena (...) está ya germinada y está en crecimiento la vida eterna” (EV 38). Toda persona es llamada a la existencia y destinada a la plenitud, su destino final la trasciende por encima de cualquier otra forma de existencia como es la animal, vegetal y mineral.
            Esta vida no tendrá, sin embargo, toda su perfección sino el día en que también el cuerpo, resucitado y glorioso, tenga participación en ella, cuando se manifieste “nuestra vida, Cristo” (Col 3.4). Entonces ya no habrá muerte (Ap 21,4) y todo quedará plenamente sometido a Dios, que “será todo en todos” (1Cor 15,28). Será un nuevo paraíso, donde los santos gustarán para siempre la vida misma de Dios en Cristo Jesús.


Plenitud de vida en Jesucristo
            Propiamente porque Dios ama al hombre, que lo ha creado y salvado, lo quiere plenamente hombre, plenamente realizado. Para que el hombre realice plenamente su humanidad se requiere que conozca, ame, siga e imite a Jesucristo, que nos revela con exactitud la verdad de quiénes somos, y es el único modo concreto de responder con amor al amor de Dios. Jesucristo es “el camino, la verdad y la vida” (Jn 14,6) para permanecer en Dios y por consiguiente para ser felices.
            Podemos decir que la verdadera norma del cristiano es, la persona misma de Cristo, la plenitud del Espíritu Santo en el corazón de los creyentes. No ponemos nuestra esperanza, nos dice San Justino, ni en Moisés, ni sobre la ley; sino sobre algo totalmente diferente: la persona de Cristo en el seguimiento del cual alcanzaremos la plenitud en Dios. Cristo que se nos da como ley eterna y definitiva. Sólo Cristo es de verdad capaz de liberar al hombre de toda esclavitud, muerte y pecado; a diferencia de cualquier ideología, criterio humano, mandato o ley que no salva, la fe en Cristo puede salvar (Gál 3,23-25).


¨  Sobre las características y el modo de construir plenamente la vida dada por Dios reflexionaremos mañana (segundo día de ejercicios). Veremos en Jesucristo el proyecto del Padre, el Reino de Dios, instaurado por Cristo y que tiende sin parar hacia su plenitud.


fma